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Festejó porque encima tuvo en un partido cerrado a El Fortín, un rival a la altura de una final, dignísimo, que no supo o no pudo en su mejor momento del primer capítulo conmoverlo en la red. Newbery en cambio lo hizo en el agónico descuento, cambiando de página su libreto en la última jugada con pelota parada. Todos los centros habían llegado por elevación buscando a Marcobechio como recurso. En el último tiro de esquina, cuando todos se subieron a la terraza para "mover" en lo aéreo al segundo central albinegro, Emiliano Peralta puso el balón cerrado como el cielo, en el primer palo y Atilio Aresi sacando pecho y alma se tomó revancha para herir y mucho a su archi rival olavarriense.
Como en una película las imágenes volvieron para Newbery igual que en la ganadora y contundente década del 90. Las sociedades anónimas de aquellos días de los Regionales Interligas 95 - 96 - 97 compuesta por "La banda mágica de Hugo" -que no hace falta decir Prátula- , Marcelo Becker, Rubén Vidal y Rubén Angelis, como duendes volvieron para sonar en el último fin de semana de un mes de julio de vapor en las gargantas.
Esta vez tuvo ejecutores diferentes como Marcobechio, Aresi, Sáenz Valiente y un tal González apodado "El Patotero", mitad pato y mitad tero, que terminó de recibirse de ídolo cuando comenzó a volar en una corrida baja y rasante y marcar el segundo gol que sirvió para poner flores por anticipado en las gargantas de los relatores y paradójicamente desatar en esta era digital y de color, una locura pero esta vez en blanco y negro.
De 1990 hasta la fecha si algo no perdió Newbery fue saber ensamblar los grupos, y los resultados terminaron de consolidar trabajo, ganas, seriedad, responsabilidad y factor humano en proporciones equilibradas de una receta sin muchos secretos. La emoción de Augusto Reboredo su Presidente con Ismael Palmieri en un abrazo conmovedor ratificó lo dicho anteriormente y permitió conocer el lado de una relación fuerte y sentimental. "Nosotros nunca los vamos a traicionar" repetía una y otra vez el carismático arquero de Olavarría en nombre de sus coterráneos.
En contraposición Rubén Urciuolo, un silencioso y siempre esforzado dirigente albinegro escondía sus lágrimas en la mitad de la cancha, buscando una función en su cámara que nunca encontró, mientras su equipo al que tantas mañanas le sirvió el desayuno devolvía a sus ojos una ordenada vuelta olímpica. Marcelo Rossini llegó desde La Madrid para sumarse al festejo con sus ex compañeros, es que el "Ruso" también se sintió partícipe de este campeonato porque formó parte de este saludable proceso. Por las dudas una bandera lo hizo saber incluyendo en franco agradecimiento al vasco Hurtado y a Marcos Mocciaro.
Después fueron largos abrazos de un técnico llamado Marcos Minaberría, amante y estudioso de lo táctico, que egreso con el título de Director T
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